La gastronomía permite el disfrute de los sentidos en muchas circunstancias. Como yo mismo digo, cocinar es el arte de agradar los cinco sentidos de los demás. Hay personas que no tienen un especial aprecio a la comida. Suelen ser personas inapetentes o bien sus convicciones personales y/o espirituales les hacen pasar la comida a un segundo plano, vigilando que sea únicamente un aporte de nutrientes que beneficie a su organismo, sin considerar el aspecto hedonista de la alimentación.
Muchos han sido los ejemplos a lo largo de la historia. El propio Miguel de Cervantes, en la segunda parte de El Quijote, recoge los consejos dados por don Alonso Quijano a Sancho, siendo ambos la antítesis en lo que a la apetencia culinaria se refiere…
»Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago.
»Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra.
Así, con esta filosofía, se han popularizado conceptos gastronómicos como el vegetarianismo, la dieta vegana, y otras basadas en la alimentación saludable o en el aporte de nutrientes de manera muy controlada, como la alimentación disociada o la dieta Dukan.
Sin embargo, se está imponiendo un movimiento en la dirección contraria, que no sólo disfruta de la gastronomía, sino que busca conocer y aprender nuevas tendencias que vienen, incluso, de otros países. Se trata de los foodies, y ya hablamos de ellos en otra ocasión, personas que buscan experiencias gastronómicas para disfrutar de la comida, ya sea de manera tradicional o mediante el aprendizaje de otras cocinas, como la asiática o la nórdica, recientemente puesta de moda.
Pero hay un grupo de foodies que va más allá de esto y que integra la gastronomía y su disfrute en otras actividades de ocio que realizan. Yo los califico en varios grupos según su tendencia, y hoy quiero hablaros de dos de ellos…
En un primer tenemos a los GASTRONOMADAS, que son los aficionados a los viajes, explorando nuevos lugares, y que disfrutan del placer de viajar por si sólo. El destino es algo relativo, lo importante es el viaje en si. Estos gastronomadas aceptan igual un viaje de mochila que uno con la maleta de Vuitton, lo importante es que haya sido planificado y aceptado en su concepto. Lógicamente, en la planificación se incluye conocer la gastronomía local, y se prevé donde se van a producir las comidas, previa consulta a los foros de internet y aplicaciones como Trip Advisor o El Tenedor. Por supuesto, llevar el bocata de casa no es una opción para estos viajeros, salvo que se vaya a hacer un picnic en algún paraje perdido de la civilización, en cuyo caso se preparará una cesta digna del oso Yogui. El gastronomada buscará lo más genuino de la comida del lugar que visita, y disfrutará de ella en forma religiosa.
El segundo grupo es el de los GASTRONAÚTICOS, que combinan su afición a la comida con su pasión por los deportes acuáticos. Son fácilmente reconocibles porque allá donde van visten indumentaria apropiada a la navegación, si es invierno, y un bañador por toda moda si es temporada de verano. Disfrutan igual de un hidropedal que de un yate de veinte metros, lo importante es que el artefacto flote y puedan emular las singladuras de Colón, aún cuando sea una travesía desde el club náutico al fondeadero en el que pasar el día a pleno sol y disfrutando del baño y la comida preparada a bordo. En este punto, el Gastronaútico es menos exigente que otros foodies. Se conforma con la paella encargada en el chiringuito y traída a bordo, o el menú elaborado en la dinette de la embarcación, a base de ensalada y algún guiso marinero, cuando no es la propia paella en si. Algunos, los más aventajados, incluso incorporan barbacoas exteriores en sus embarcaciones, disfrutando del noble arte del espeto.
Sea como sea, estas variedades de foodies cuentan con aprecio y reconocimiento personal, ya que, ante todo, este tipo de tendencias no serían posibles sin la socialización de la gastronomía, siendo indispensable compartir la experiencia con amigos y seres queridos…